viernes, 16 de diciembre de 2011

Comentarios para armar un buen entrenamiento: los objetivos.


En esta vida, donde todas son verdades de perogrullo que nadie tiene presentes, vamos a dar unas pautas simples para planificar un entrenamiento de calidad.
Lo primero a definir es cuál es el objetivo del entrenamiento. Para esto, es bueno disecar hasta las porciones más simples (y abstractas!!!) de aquello que nos preocupa, qué problema tenemos con nuestros jugadores/equipo.
Preguntas para el entrenador:
1. ¿Qué tipo de problema es? ¿Físico, técnico o táctico?
2. ¿Qué calidad tiene el problema? ¿Básica, intermedia o compleja?

Ejemplo:
Mis jugadores no pueden hacer tres pases seguidos sin tirar la pelota al suelo.
Problema: técnico.
Calidad: básica.
Objetivo del entrenamiento/s: desarrollar una técnica básica, el pase. En este punto, debemos descomponer la destreza específica en sus factores clave: mirada a la pelota, manos afuera para recibir la pelota, no introducir la pelota al cuerpo, disociar tren superior de inferior, etc., etc... Por cierto, todas las destrezas básicas comienzan unos segundos antes de su realización y finalizan unos segundos después.

De aquí también concluimos que debemos iniciar con una intensidad mínima. Es muy frecuente ver que se entrenan planteos tácticos en equipos que no tienen destrezas básicas afianzadas o que se les pide intensidad a los jugadores cuando estos son incapaces de sostenerla. La técnica no tiene nada que ver con el tamaño de los testículos de los jugadores.

Con estas dos preguntas ya tenemos una buena orientación hacia la definición y puesta en práctica de un entrenamiento en particular en función de un objetivo puntual. Es interesante que cada entrenamiento tenga una lógica interna y una lógica contextual, es decir, que la continuidad de los entrenamientos a través de semanas y meses tengan coherencia. Entrenar un día pase, otro día maul, otro día defensa confunde más que ordena a los jugadores.

El objetivo de un entrenamiento es la conclusión extraída de hacerse las preguntas adecuadas hasta llegar a las causas últimas.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Ser y parecer: la vestimenta.


En estos tiempos, donde hay dos movimentos poderosísimos dando vueltas en la calle sobre el valor de la imagen, nos preguntamos qué valor debemos darle a esta en nuestro deporte. Dejenmé aclararles primero a qué me refiero.
Hay gente enferma por la imagen, pendiente de ella como de un fin en sí mismo, por cómo tienen el pelo, donde hacerse un tatuaje, como caminar, etc. Dicen que la imagen no les importa pero está a la vista de todos que no es así.
Por otra parte, hay quienes desprecian la imagen como algo totalmente superfluo, innecesario, contraprudecente, como enemiga de la lógica y la sabiduría. Basta para reconocer a este grupo buscar esos personajes perfectamente desalineados, donde la asimetría y el dudoso gusto reinan. Ni tanto ni tan calvo, amigos.
¿Qué tiene que ver esto con el rugby? Mucho, al igual que con todo.
Vestir correctamente para jugar al rugby es muy importante. Aporta calidad en el juego, particularmente en los entrenamientos, que es donde la vestimenta queda a criterio de los jugadores. En los partidos, la uniformidad, en general, está garantizada. Aporta también un rasgo de indentidad, que bien explotado, puede resultar sumamente importante para la difusión del deporte.
Vayamos sólo a lo práctico: si un segunda línea entrena con pantalones de futbol o de basket, no estará ayudando a los levantadores del line a hacer su trabajo. Si un pilar usa una camiseta rockanrollera, el agarre con sus compañeros de la primera línea será vulnerable, desajustado; si un fullback usa zapatillas o adipanes (botas con tacos de goma), tiene más riesgo de resbalar al intentar iniciar un contraataque. Si el jugador está vestido de cualquier cosa menos de jugador de rugby, aumenta su tasa de errores. Muchas veces he visto entrenamientos con jugadores semidesnudos porque perdieron su camiseta en el último contacto. Ese jugador ya no tiene que preocuparse del entrenamiento sino de hacerse de otra camiseta rápidamente. Pierde tiempo de entrenamiento.
Hay otros aspectos interesantes. En el club donde entrenamos actualmente, la cancha de rugby está junto a dos canchas de futbol. Es notable y ejemplificador ver a los jugadores perfectamente vestidos, con la indumentaria adecuada, con el abrigo necesario, incluso a veces uniformados en un entrenamiento. Cuando uno mira la cancha de rugby, la sensación que tiene es distinta. Tan distinta que a veces parece un grupo de pordioseros, linyeras o homeless (llamenlés como quieran) o en el mejor de los casos de aficionados a otros deportes. Me ha pasado de tener un jugador al que le pregunté dónde estaban las canchas de tenis porque parecía más jugador de tenis que otra cosa.
Ser y parecer. Es útil. Es práctico. Es importante.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Tiempo de reflexión para el entrenador

Por estos días en que la temporada entra en un impasse por 2-4 semanas, es bueno parar un poco el ritmo de nuestra vida rugbística, darnos vuelta y ver qué pasó en la primera mitad de temporada. Como siempre, para este tipo de casos es clave hacerse buenas preguntas. No por haber ganado todos los partidos debemos asumir que hemos hecho todo bien ni tampoco por haber perdido todos, asumir que hemos hecho todo mal. Los balances deportivos no deben hacerse en función de los puntos obtenidos en la competición sino en función de pequeños objetivos dirigidos y centrados en nuestros jugadores. De esta manera, tendremos pautas más asequibles, fáciles de medir e interpretar, y también más eficientes a la hora de buscar resultados puntuales.
Hubiera sido muy interesante realizar a principio de temporada dos pequeñas actividades: evaluar a los jugadores en cuanto a sus capacidades (físicas, técnicas y tácticas) y plantear objetivos a mediano plazo. Si este trabajito está hecho, podremos pasar a la siguiente fase, la actual, sin mayores contratiempos. Les ofrezco algunas preguntas a modo de guía y ejemplo para ordenar las ideas:

1. ¿Son mis jugadores capaces de jugar un partido a la misma intensidad física los 80 minutos? ¿Debo hacer cambios obligados por cansancio prematuro?
2. ¿Tienen la potencia física adecuada a la competición que enfrentan? No tenerla puede conllevar serios riesgos físicos para los jugadores.
3. ¿Hemos logrado mejorar alguna destreza individual básica durante estos últimos meses: carrera, pase, tackle, patada, etc.?
4. ¿Hemos mejorado alguna destreza grupal: scrum, ruck, maul, line-out, breakdowns, turnovers, etc.?
5. ¿Trabajamos la inteligencia táctica de nuestros jugadores: comunicación, toma de decisiones, organización posicional-recolocación, etc.?

Si alguna de estas preguntas tuviera por respuesta "no", les propongo las tres preguntas clave para resolver problemas: por qué, por qué y por qué.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

La destreza más difícil: el tackle.


Por estos maravillosos días de inicio del invierno, que no es otra cosa que el otoño septentrional, estamos con un grupo de amigos y compañeros del club intentando consensuar un método, forma o técnica de tackle para aplicar en los entrenamientos de nuestros jugadores de todo el club. Este tema del tackle es uno de los que más quebraderos de cabeza dan a los entrenadores, uno de los más preguntados y menos respondidos en cursos, clínicas y conferencias. Daría la impresión que nadie sabe cómo se hace un buen tackle; por lo menos nadie te dice cómo. Ni que hablar de enseñarlo o transmitirlo a los jugadores. Pero bueno, amigos, por lo menos para mí este tema ya tiene una respuesta, que si bien puede ser que no sea la definitiva, sí es una buena y una piedra de toque para comenzar a desarrollar.
Les ofrezco dos versiones de lo mismo, del tackle según los neocelandeses. ¿Por qué dos versiones? Porque son dos videos interesantísimos que básicamente dicen lo mismo.
Uno está colgado en youtube:
http://www.youtube.com/watch?v=MQJ39bbq2uU
La otra versión, más completa y con demostraciones de varios ejercicios que se pueden hacer a cualquier nivel hay que pagarla. :-P . La hemos visto y creemos que vale la pena. Si les interesa, pueden encontrarla en www.therugbysite.com. Busquen un video de Graham Henry que se llama "Tracking and tackling". Ahora, a trabajar. Saludos.

domingo, 4 de diciembre de 2011

El empuje coordinado en el Scrum


Reproducimos un artículo extraído de la página del San Isidro Club acerca del Scrum y del empuje coordinado. Quienes hacemos este blog creemos que el scrum es la mejor herramienta como punto de partida para formar un equipo de rugby desde lo humano, espiritual y estratégico.

"La Revolución del SIC:

Nuestra rica historia tiene varios hitos. Sin dudas, uno de ellos fue la llegada de Don Catamarca Ocampo. A continuación publicamos un texto de un atlético: Nicanor Gonzalez Del Solar. Vale la pena leerlo.
Hace cuarenta años, en 1969, el San Isidro Club provocó una revolución en el rugby de Buenos Aires. En realidad, sólo aplicó con convicción, fervor y disciplina un viejo concepto de utilización del scrum: el empuje coordinado, donde los ocho delanteros empujan y no utilizan al “hooker” para taconear la pelota hacia atrás, una vez que es ingresada por el medio-scrum.

Decimos “vieja idea” porque el mentor de este sistema, el entrenador Francisco “Catamarca” Ocampo, la aplicaba desde hacía mucho tiempo en otros clubes. Ocampo influyó mucho en el CASI campeón de 1954, en San Fernando, en el Club Gimnasia y Esgrima, en Pucará. También era técnico de los alumnos del Liceo Militar y de la institución de egresados.

Según me contó el hijo de “Catamarca”, Marcos Ocampo, su papá se había inspirado en un equipo legendario: los All Blacks de 1905, casi invictos en una larga gira por la Gran Bretaña. Derrotaron a Inglaterra, Irlanda, Escocia y a diferentes conjuntos regionales. En el último partido enfrentaron a Gales y fueron derrotados, aun cuando esa victoria galesa fue cuestionada porque les anularon un try a los neocelandeses, aun cuando la mayoría afirmó que había sido lícito.

Esos hombres de “Las Antípodas” tenían una forma diferente para el scrum: ponían dos pilares que empujaban; los otros delanteros formaban detrás y apuntalaban a la primera línea. La otra innovación que sorprendió a los europeos era la utilización de dos medio-scrums: uno ponía la pelota y el otro la recogía por atrás. Eso les permitía organizan ataques sin demoras.

Francisco Ocampo, un estudioso del rugby, creó el sistema del empuje coordinado que, cuando rendía, hacía retroceder a los rivales y les quitaba fuerzas. Claro, necesitaba de los hombres adecuados y… no siempre los halló, hasta que llegó a San Isidro Club, en 1969. Desde que se creó la institución de Boulogne, en 1936, había sido campeón en 1939 (con Old Georgians y Gimnasia y Esgrima), en 1941 y en 1948. Después vivió dificultades para mantenerse en Primera e, incluso, compitió en una definición para seguir en la categoría superior. Pero todo cambió a partir de 1969, cuando Ocampo provocó la revolución.

Como nunca antes, el entrenador contó con los hombres perfectos para su estrategia: Orzábal, Rocha y Alejandro Cilley en la primera línea; más otros delanteros que respondían con rigor al “empuje coordinado”. “Coco” Rocha fue el que más comprendió el sacrificio del “pilar centro”: empujar y hacer presión sobre su oponente. Lo mismo hacían los otros siete forwards: en forma coordinada, apabullaban a los contrarios cuando el hooker levantaba su pierna y pretendía taconear la pelota. ¿Qué pasó en esa década del rugby porteño? Todos los “packs” de forwards fueron apabullados y humillados por los vigorosos hombres del SIC, que siempre avanzaban y, en algunos casos, ponían de espaldas a los del otro lado.

Yo viví esa manera del jugar al rugby, aun cuando me alejé a tiempo: sólo los sufrí en 1969 porque después me retiré. En cada scrum se vivía una sensación de impotencia: cuando podía levantar el pie, tenía tan poco movimiento que empujaba la pelota hacia el otro lado de la formación. Pero lo común era estar aprisionado, con la cabeza que tocaba las rodillas. Además, retrocedíamos y no entendíamos qué pasaba. En esos tiempos “revolucionarios” del SIC apelábamos a cualquier artilugio, en el límite del reglamento, para escaparle al empuje. Se vivían momentos desconcertantes porque cundía el temor cuando el referí ordenaba un scrum.

Por supuesto, el San Isidro Club de los años ´70 era mucho más que ocho delanteros. Si bien se imponían en la formación fija, contaban con backs excelentes: Cutler, González Victorica, Matarazzo, Otaola, Mario Walter y el fenomenal Arturo Rodríguez Jurado, Puma de la primera época, capaz de rendir como centro, wing o full-back. Estos tres-cuartos aprovechaban el dominio de sus forwards en los scrums y se cansaban de apoyar tries.

Francisco Ocampo no estuvo mucho tiempo con SIC porque se murió prematuramente. Pero dejó un discípulo, un caballero del rugby: Carlos “Veco” Villegas, quien perfeccionó los conceptos del viejo maestro. Con él (y con Emilio Perasso) San Isidro Club dominó plenamente el rugby de Buenos Aires, en esos “años setenta”: fue campeón en 1970/71/72/73/77/78/79 y 1980. Asimismo, casi todos sus jugadores integraron el Seleccionado de Buenos Aires y el equipo nacional, Los Pumas. Villegas, además, entrenó al Seleccionado Argentino en 1976, cuando se viajó a la Gran Bretaña y se perdió con Gales ( el mejor de Europa en ese año) 20-19.

Después del impactó inicial, muchos clubes de nuestro país copiaron a SIC. Algunos creyeron, lamentablemente, que lo único importante era el scrum. Entonces se esforzaban en esa alternativa del rugby y se olvidaban de los pases, los lines o los reagrupamientos. No tenían en cuenta el verdadero poderío del San Isidro Club; el juego de equipo, la disciplina, la corrección y, principalmente, la calidad técnica de sus jugadores. Estas virtudes son las que, desde los míticos ´70 , han sido las bases para que el rugby de nuestra patria haya crecido tanto.

Los pasos de Ocampo, Villegas y Perasso han sido seguidos por otros hombres del SIC. Actualmente mantienen sus principios, que no desentonan con las otras variantes del deporte de los tackles: la importancia del ruck, la solidez del maul y el juego desplegado, con pases en cualquier lugar de la cancha. Por supuesto, el noble scrum jamás perdió vigencia y goza de buena salud; tanto en el San Isidro Club como en el resto del mundo del rugby.

Nicanor González del Solar".

miércoles, 30 de noviembre de 2011

¿¿¿Estado físico, técnica o táctica???


Vamos a viajar al planeta de los supuestos...
Supongamos que podemos elegir un plantel de jugadores en el que estos estarán muy evolucionados en uno de estos aspectos:
Grupo 1: superatletas, potentes, veloces, ágiles.
Grupo 2: jugadores dúctiles, hábiles, versátiles.
Grupo 3: inteligentes, grandes tomadores de decisiones (pero sin conocimiento aún del juego).

¿Qué grupo elegiría?
Envienos un comentario y construyamos nuestro equipo!!!

Entrenar en invierno.

Muchas veces nos preguntamos cómo se hace un equipo de rugby. Más allá de lo técnico, a veces esta pregunta apunta a otro lugar, a la conformación de un grupo homogéneo, consolidado, que pueda abrazar una misma causa y luchar por ella.
En estos días en que comienza el invierno y el frío resta ánimo y ganas de ir a entrenar, alguno se preguntará por qué mejor no quedarse en casa. Si la respuesta es que de todas formas hay que ir a entrenar, la batalla del día está ganada y el granito de arena, aportado.
Recuerdo una vez que un jugador retirado me contaba acerca de sus lides rugbísticas, de su pequeña gloria deportiva junto a su equipo. Me relataba una anécdota de un entrenamiento que el pensaba importantísimo en su historia como jugador. Técnicamente, no le había aportado mucho pero sí le había dejado una experiencia diferente. Lo que más destacaba era que habían asistido muchos jugadores habiendo sido un día de lluvia torrencial, temperaturas bajo cero y la cancha estaba bajo 15 cm. de agua. En esa oportunidad entrenaron no con el objeto de mejorar sus destrezas sino de fortalecer su espíritu y cohesionar al grupo. Porque aunque como experiencia "extrema" sabe a poco, tampoco era de las más habituales. Los equipos de rugby fuertes son aquellos que saben enfrentarse a la adversidad sin perder el ánimo y el invierno es un mortal "quitaánimos". Superemos la pequeña molestia del frío. Sigamos adelante.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Eficiencia, eficacia y efectividad en el rugby

Comencemos definiendo estos conceptos que generalmente son confusos para mucho de nosotros. Después hablaremos de rugby.
Eficiencia: obtener un objetivo o producto comprometiendo la mínima cantidad de recursos posible. Resolver un maul con cuatro jugadores es más eficiente que hacerlo con ocho.
Eficacia: capacidad para lograr un resultado, producto u objetivo. La máxima eficacia en rugby consiste en marcar puntos cada vez que un equipo posea la pelota.
Efectividad: relación entre eficiencia y eficacia. A mayor eficiencia y mayor eficacia, mayor efectividad.

¿Cuál es la diferencia más sustancial entre Ma'a Nonu, primer centro de los All Blacks, y el primer centro de mi equipo?
¿Por qué los mejores equipos pueden mantener una alta intensidad de juego a través de los 80 minutos y nuestro equipo de club no?
Estas y miles de otras preguntas que podemos hacernos pueden ser respondidas usando los conceptos de eficiencia, eficacia y efectividad. O mejor aún, sólo usando el primero, eficiencia, ya podríamos darnos una idea cabal de donde radica la diferencia entre un equipo que practique un mal rugby y otro (o incluso el mismo, tomándolo en dos momentos diferentes) que juegue mejor.
Si nos tomamos el trabajo de presenciar concientemente un entrenamiento de jugadores de 6 u 8 años veremos que tienden a concentrarse sobre la pelota, a correr detrás de ella formando lo que algunos llaman "cometa", es decir, una cabeza que se mueve, la pelota, y la cola, los jugadores que la persiguen. A chicos de tan poca edad no les podemos pedir que abstraigan el juego y lo procesen racionalmente, sacando conclusiones lógicas que los convenzan de que es "mejor" tomar una posición determinada en la cancha para intervenir como apoyo, defensor u otro rol. Reemplacemos en la oración anterior "mejor" por "eficiente". El rugby infantil, rugby en su forma más básica y simple, es esencialmente un juego ineficiente. Todos los jugadores corren detrás de la pelota sin un objetivo más elevado que hacerse de la posesión de la misma por unos segundos. Este rugby es un juego de uno contra el resto con la licencia de que un grupo de jugadores, los del propio equipo, no intentarán derribar al portador para sacarle la pelota. Esta es la clave y diferencia entre el rugby bien jugado y el mal jugado: en el primero cada cual cumple su rol y deja que el compañero cumpla el suyo; en el segundo, todos quieren hacer lo mismo a la vez y todos quieren hacer todo todo el tiempo. Máximo esfuerzo a cambio de un mínimo rédito. Para el caso de niños de esa edad, esto es comprensible y perfectamente normal. De hecho, si mantenemos nuestra observación en ese entrenamiento imaginario al que hicimos referencia y delante tenemos un buen entrenador, veremos que todas sus instrucciones tienden a lo mismo, a minimizar los esfuerzos de sus jugadores para que obtengan mejores resultados. Esa es la historia del rugby a todo nivel. Órdenes como "corre hacia la derecha", "acercate al portador", "parensé donde puedan recibir un pase", etc., quieren eso, mejorar el rendimiento indivivual y colectivo.
La respuesta a la pregunta acerca de la diferencia entre Nonu y otro primer centro está dada: Nonu es más eficiente. ¿De qué depende esta eficiencia? De los mismos tres factores que todo en el rugby:
Estado físico: potencia, velocidad, agilidad.
Técnica: destrezas individuales (carrera, pase, patada, salto, uso del campo visual, timing...) y colectivas (ruck, maul, timing...).
Táctica: percepción del entorno + conocimento del juego (incluyendo el reglamento!!!) = toma de decisiones.

Llegado este punto de la nota, algunos estarán pensando que escribí palabras muy lindas pero no concretas. Muy etéreo todo, no? Bajemosló a la realidad con algunos ejemplos. Dejaremos el estado físico de lado para centrarnos en lo técnico y lo táctico.

Técnico:
Tenemos que tener muy claro que aquellos que entrenamos jugadores lo que estamos haciendo es formarlos. Siempre es así, aunque seamos los entrenadores del campeón de la liga, siempre estamos formándolos. El punto de partida con un jugador es definir su rol estratégico, su puesto. Los requerimientos técnicos de un jugador se definen por el puesto que ocupa; nada más distinto que un hooker (2) y un fullback (15). El primero necesita lanzar correctamente la pelota en el line-out y ser un experto en el scrum. Un nº15 tiene que ser solvente en el juego aéreo, buen pateador y veloz (estado físico). De todas formas, hay un sinfín de cualidades técnicas en común sobre las que trabajar: pase, tackle y contacto, por ej.
El ejemplo prometido: si un jugador no tiene una técnica adecuada para caer al suelo después del contacto o tackle, es probable que su equipo requiera más tiempo y más jugadores para liberar la pelota del ruck. Más recursos, más esfuerzo, para obtener lo mismo, la pelota. A mejor técnica individual, mayor eficiencia grupal. Esta es la importancia de la técnica, muchas veces dejada de lado en función del teórico beneficio de lo táctico sobre lo técnico. Hay quienes creen que realizar ejercicios cerrados, cíclicos y repetitivos es poco útil; que es mejor entrenar lo táctico una vez alcanzada una mínima solvencia técnica por parte de los jugadores porque esto obligará progresivamente a la mejora técnica individual. Esto es cierto sólo para los jugadores talentosos.
Nada reemplaza la técnica individual, que en términos generales consiste en hacer cada cosa con la menor cantidad de movimientos necesarios. ¿O alguien lo vio a Messi despeinarse al hacer un gol? Casi no suda!!!, porque es perfecto técnicamente.

Táctico:
Todos los jugadores toman decisiones tácticas constantemente. Decidir ser apoyo profundo o lateral es una decisión táctica, pasar o no pasar un ruck lo es, presionar acelerando la carrera o presionar estáticamente lo es, tacklear arriba trabando el balón o abajo para derribar al portador lo es. Casi todo lo que hace un jugador tiene consecuencias tácticas. De aquí que sea tan importante tener jugadores inteligentes.
El escenario más clásico de ineficiencia táctica en los delanteros es la incapacidad de resolver un ruck con sólo dos o tres jugadores, incluyendo en esto las miles de veces que los jugadores que llegan últimos en lugar de colocarse como apoyos se comprometen en la formación simplemente por inercia. Más jugadores incluidos en un ruck para obtener la misma pelota. Ya lo hemos dicho. El escenario más clásico en los 3/4 es la necesidad de hacer uno dos o más pases demás para romper la línea de ventaja o para trasladar la pelota al sector de ataque deseado.

¿Cómo podemos hacer que nuestro equipo sea más eficiente?
Pregunta simple, respuesta simple: perfeccionando la técnica y la táctica de nuestros jugadores.
Pregunta simple, respuesta compleja: preguntémonos 80 veces "por qué". Por qué mi equipo es lento, incapaz de producir juego. ¿Por qué mi equipo domina el scrum, el line, los rucks y aún así, pierde? ¿Dónde está el problema? ¿En el contacto, en los pases, en la posición de los apoyos, en la salida de la pelota del scrum, en los levantadores del line...? Una vez que hayamos sacado algunas conclusiones, comentémoslas con los jugadores. Muchos entrenadores deberían ser más explícitos con lo que desean obtener de sus jugadores, menos inductivos y más explícitos.

martes, 8 de noviembre de 2011

El uso del espacio

Hay algo que no puedo comprender. Cuando miro un partido de rugby de cualquier categoría, me llama poderosamente la atención que jugadores que portan la pelota, en superioridad numérica, por ejemplo un 3 a 1, tienen dificultades para resolverlo eficazmente con el juego de manos y terminan colisionando, porque no es un choque o percusión deliberado sino una colisión casi accidental, contra el defensor o hacen todo lo necesario para que los defensores que están en profundidad o relativamente alejados puedan llegar a posición de tackle y bloquear el movimiento de ataque. Más allá de los insultos a que son sometidos, a veces ciertamente merecidos, me pregunto cuál es la causa de esto. Hablo de jugadores que tienen la técnica suficiente para correr con la pelota en las manos y hacer un pase preciso a varios metros, aunque también es cierto que si pedimos que lo hagan hacia ambos lados... la muestra disminuye. El problema está en otro factor. No es necesariamente técnico, un problema de destrezas. El problema, creo yo, es que los jugadores no están ni entrenados ni formados en el uso del espacio. Esto es algo definitivamente grave en rugby, un juego donde el objetivo intrínseco de cada movimiento es precisamente ese, la ocupación del espacio. Debe haber pocos o ningún otro deporte en el que el espacio sea tan importante como en el rugby. Y ahí van los centros, de frente, chocándose de cabeza contra los centros adversarios...

Hurgando en las imágenes de mi mente, en la carpeta de "Entrenamientos", archivos visuales de los últimos 15 años, se repite una y otra vez la situación del cuadro de conitos demarcadores de terreno marcando terrenos ínfimos, de 5x5 o a lo sumo de 10x10, pero siempre con jugadores hacinados en su interior pegándose golpes y perdiendo la pelota. Esos mismos jugadores son los que el partido siguiente volvieron a perder la posesión de la pelota pero esta vez en una situación de juego diferente, la del 3 a 1 que mencionábamos antes con decenas de metros cuadrados alrededor y ninguna experiencia en su resolución. Quiero decir, en general no entrenamos situaciones del juego en las que nuestros jugadores estén con posesión controlada del balón, en relación numérica favorable y gran cantidad de espacio. Insistimos permanentemente en entrenar bajo el adagio de que cada jugador tiene que gestionar un espacio de 5 x 5 mts y no solemos salir de él y con esto lo que le estamos transmitiendo a los jugadores es que la referencia del juego es el adversario, no el espacio libre. ¿Cuándo fue la última vez que entrenamos un 2 a 1 en un espacio de 20 x 10 mts. o 30 x 10 mts.? ¿Por qué no lo hacemos? Porque consideramos que jugar con espacio es mucho más fácil que jugar sin espacio. Creo que esa es la razón pero también creo que esa es una verdad relativa. Es cierto que es más simple pero no necesariamente más fácil, porque implica mayor control de la carrera, del pase, del espacio en definitiva. El error más frecuente que vemos en el juego en grandes espacios es que los jugadores tienden a reducir su propia área de juego porque están acostumbrados a jugar en espacios reducidos. Lo habitual es que un jugador promedio perciba que ha tomado la marca adversaria a mucho menor distancia del adversario que lo necesario, acercándose a la línea defensiva oponente y dando como resultado la reducción del espacio que tendrá para jugar el receptor del primer pase y su apoyo externo. En defintiva, al tomar la marca demasiado cerca terminan favoreciendo a la defensa, que precisamente lo que necesita en reducir el espacio disponible para el atacante y, en consecuencia, el tiempo de reacción y ejecución del ataque.
La propuesta sería que cambiemos nuestra idea de lo que es fácil o difícil de ejecutar en el juego, asumiendo que jugar en espacios abiertos puede ser todo un desafío, a veces aún mayor que jugar en espacios cortos y con apoyo cercano y eficaz. Al alterar la variable espacio en nuestros ejercicios veremos rápidamente que varían también el tiempo (el "timing") de ejecución de la carrera, el pase, los cambios de paso, la toma efectiva de la marca y, en función de esto también variarán las necesidades de portador y apoyos, teniendo que ser más precisos no sólo en los pases, que al ser más largos serán más difíciles, sino también en la relación posicional de los jugadores, dando la posibilidad al apoyo externo de elegir su posición en el eje profundo y en el lateral en función de la posición de la defensa. De hecho, en el juego con más espacio es mucho más importante que el apoyo externo sea un buen jugador posicionalmente que en el juego cerrado, donde basta con colocarse con profundidad, sin tener que seleccionar su posición en el eje lateral (porque este prácticamente no existe). Más allá de todo este divague hipocientífico, los invito a que prueben a sus jugadores en ejercicios de 3 a 1 en espacios de 30 x 10 y se sorprenderán. Prueben un 5 a 3 en un campo de 40 x 20 mts. Cada vez que vean ganar a la defensa verán que están dejando en evidencia las falencias técnicas de los atacantes (pase, carrera) y su incapacidad de conducirse eficazmente en el espacio. Bueno, es lo que me pasó a mí. Ustedes dirán.

sábado, 29 de octubre de 2011

Sobre la defectuosa formación técnica del rugby


Hace unos días tuve una experiencia renovadora. Por esas cosas de la vida, me encontré viendo una clase de tenis para niños de 5 años. Como, al igual que muchos de ustedes, soy un aficionado a los deportes en general, me puse a observar en qué consistía la clase, cómo estaba estructurada, como estaba planificada. Creo que transcurrieron 30 segundos de esa observación conciente, contemplación diríamos más específicamente, cuando se me vino el mundo encima, cuando sentí que una revelación divina que partía de los juegos panhelénicos de la Antigüedad y llegaba viajando hasta nuestros tiempos penetró violentamente mi mente. La diferencia entre la "escuelita" de tenis y las de rugby que he visto (y no he visto pocas) es más o menos la misma que la que hay entre un Australopithecus africanus y un Premio Nobel de Literatura. Por supuesto que este no es un fenómeno estrictamente universal, pero sí es cierto que es una característica general del rugby ver una empecinada mala calidad de enseñanza en los niveles más básicos (y en lo menos básicos también).
Para empezar, la clase de tenis estaba a cargo de una persona vestida de jugador de tenis, no de pantalón de vestir, zapatos y paraguas. El physique du role, o mejor dicho, la vetêment du role, es importante. La duración programada era de 45', detalle importante si tomamos conciencia de que a poca gente adulta y universitaria se le puede pedir concentración por ese tiempo; mucho menos a niños de 5 años; 45 minutos lúdicos parecen ser un acierto. El precalentamiento comenzaba con juegos de los más simples, sin pretensiones técnicas ni complicaciones pseudoreglamentarias o ejercicios que son más complejos de ejecutar que el propio partido. A esa altura de la observación, para lo cual habían pasado no más de 2 minutos, me encontraba ya desencantado de todo lo que hice y vi hacer en nuestras escuelitas. Los de tenis, deportistas individualistas y sin valores, de baja apreciación en nuestro mundo glorioso del rugby, hacen las cosas mejor que nosotros. Desesperante, para cortarse las venas.
Al poco tiempo me tuve que ir pero sé positivamente que los pequeños aprendices de Nadales y Federers tienen tal entusiasmo que es difícil lograr que duerman a más de 30 cm. de su raquetita, logro de irrefutable envidiabilidad. ¿Cuántos de nuestros niños duermen abrazados a su pelota o con la camiseta de su ídolo como pijama?
El contrapunto de la vida hizo que de la cancha de squash (claro, la clase de tenis era en una cancha de squash; era innecesario usar algo más grande, lógica pura) viajara raudo a encontrarme con el equipo que entreno para tener una de nuestras sesiones bisemanales. Mientras me trasladaba de un lugar a otro iba pensando todo esto. ¿Puede ser posible que haya entrenadores de escuela de rugby que pretendan que sus jugadores de 6 años aprendan a resolver el contacto en todas sus formas -tackle, ruck, maul, etc.- sin haberles hecho jugar una "Mancha pelota", una "Araña", un "Quemado", un "Pilla-pilla con balón"? La pregunta del millón: ¿puede ser posible que pretendamos entrenar jugadores de base de igual forma que infantiles, cadetes, juveniles y seniors, todos con el mismo método? Esto es algo que yo personalmente he visto, y no como parte de una promoción de la fantasía de los niños para hacer que se identifiquen con sus ídolos de la elite local o internacional del rugby sino como convicción pedagógica.
Al llegar al magnífico campo de rugby que tenemos disponible para nuestros entrenamientos algo había cambiado en mi forma de ver ese gran aula verde y liso. La sospecha de sentirme un Australopithecus me hacía mirarme una y otras vez los brazos para ver si súbitamente me crecía el pelo, mirarme las manos a ver si perdía el pulgar oponente o mirar en mi interior para averiguar si sentía ese deseo ancestral de partirle la cabeza a algún bicho o congénere con la tibia de un animal muerto o de una pedrada.
Al terminar la labor entrenadoril se me acercó el talonador (hooker), metralleta verbal en mano y dispara:
- En la touche (line) ¿tengo que lanzar la pelota al medio? ¿No es mejor lanzar un poquito hacia nuestro lado?
El pobre tipo me confesó que desde hacía tres años que jugaba y que le habían dicho que lanzara hacia sus saltadores, hacia su lado y no hacia el centro de la formación como dice el reglamento y como debe ser. Desde hacía tres años que venía perfeccionando el error.
Y, como quien sigue en trance, viviendo una tarde de iluminación divina, me vino a la mente una obvia conclusión: no es que los neocelandeses juegan un rugby superlativo porque son superiores como raza, estirpe o nación, ¡¡¡es que hacen las cosas bien con sus niños!!!

jueves, 20 de octubre de 2011

Psicoanálisis de una nueva pasión argentina.

La siguiente nota salío publicada el 20 de octubre de 2011 en el diario "Página 12" de Argentina.


Nosotros, ¡Rugbiers!

La reciente participación del seleccionado argentino de rugby en el campeonato mundial que finaliza este fin de semana en Nueva Zelanda atrajo la atención de miles de aficionados; lo llamativo es la simpatía y el entusiasmo suscitado en el público neófito o poco familiarizado con este rudo deporte. Hoy por hoy, es probable que la reciente inclusión de Los Pumas en el exigente torneo de las Cuatro Naciones traduzca el actual entusiasmo en un franco apoyo a la práctica del rugby en toda la escala social, habida cuenta de que para sostener un rendimiento parejo con los neocelandeses, sudafricanos y australianos se hará necesario ampliar la base social que abastece a nuestro seleccionado, tal como, por otra parte, ocurre en otros países donde el rugby no sufrió el estigma de clase que en la Argentina, donde la práctica del rugby había estado reservada a las capas acomodadas y sólo desde 1965 se extendió a parte de las clases medias. Ahora bien, desde el punto de vista psicoanalítico ¿qué factores explican el fervor que despierta el rugby y esta paulatina pero firme apertura? Aquí algunas conjeturas.

Por empezar, es para destacar que la idiosincrasia del juego se opone de manera frontal a cualquier rasgo discriminatorio o signado por la segregación. En el rugby, la importancia del esfuerzo común está en primer plano, cosa que no siempre sucede en otros deportes de conjunto como el hockey, el fútbol o el voley. En efecto, un rasgo icónico de este juego es el empuje coordinado del scrum, una de las dos formaciones fijas dispuestas para disputar la posesión de la pelota. Lo extraordinario es que los jugadores argentinos –para desmentir los mitos acerca del individualismo criollo– se distinguen por su eficacia en este esfuerzo por empujar juntos. Y es un estupendo ejemplo de la sublimación, presente en esa fuerza erótica que, tal como afirma Freud en El Malestar en la cultura, cohesiona al conjunto social.

El contacto corporal, la solidaridad, el espíritu de grupo, la competencia o la lisa y llana convocatoria al combate –ilustrado de manera paradigmática por el haka de los All Blacks– dan cuentas del eminente valor fálico que conlleva la práctica de este juego/guerra.

Pero lo que distingue a la función del falo en el ser hablante es señalar el lugar de la diferencia, allí donde la inconsistencia del lenguaje quiebra toda pretensión de uniformidad o masificación. Desde este punto de vista, el rugby cuenta con una condición única que lo distingue de cualquier otro deporte individual o de conjunto: es un juego que admite biotipos muy diferentes entre los integrantes del equipo. Es que los puestos y funciones que conforman su dinámica son tan disímiles que hacen necesaria la participación de pesados, livianos, altos y bajos. Hasta aquí, bien podríamos decir que la naturaleza del juego le ganó a la violencia elitista a la que algunos habían pretendido confinarlo.

Razón que, entre otras, explica por qué el rugby cumple una función tan especial entre la población adolescente, siempre empeñada, por una cuestión estructural, en conformar su semblante a partir de la imagen corporal. Lacan, en el único texto que dedicó a la temática de púberes y adolescentes (“El despertar de la primavera”, en Intervenciones y textos 2, Buenos Aires, Manantial, 1998), formula que el hombre se hace El Hombre al incluirse en el Unoentreotros. Desde este punto de vista, el rugby compone un marco propicio y hospitalario porque alberga, en una misma escena común, la singularidad que cada sujeto porta en su cuerpo.

Además, el rugby es un juego, y todo juego compone un campo privilegiado para el despliegue metafórico: representa, merced al velo que habilita el recurso simbólico, las pulsiones más arcaicas y agresivas que agitan al ser hablante. Así, la violencia que suele manifestarse al compás de los avatares que afectan a nuestros jóvenes encuentra una vía de sublimación.

Porque, si bien el juego del rugby despliega una gran violencia corporal, durante el partido prima un respeto casi sagrado por las decisiones del juez. Quizás una manera de brindar a nuestra gente joven la oportunidad de percibir que la ley, lejos de limitarse a su carácter privador, puede también ser un instrumento al servicio de la diversión y el encuentro con el Otro.

* Licenciado en psicología. Profesor nacional de educación física. Ex coordinador del taller de movimiento en el dispositivo de hospital de día del hospital Alvarez. Ex jugador de la primera división de rugby del club San Cirano.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Carta a las mujeres del rugby

A ti mujer, que una tarde conociste a un joven corpulento (o no), de nariz achatada pero de increíble timidez que, con su arrolladora ternura, supo ganar tu inexperto y romántico corazón con el relato de ciclópeas y viriles batallas, desarrollada invariablemente los fines de semana.
A ti, que seguramente caíste en la sutil trampa e inocente ...mente entraste en ese extraño mundo de palabras raras; que comprobaste, no sin tristeza, que las románticas batallas de los relatos eran en campos lejanos, desolados e inhóspitos; que también viste cómo tu guerrero y sus compañeros de combate, eran inclaudicables y ni el viento más frío ni la lluvia más intensa los detenía. Ellos seguían corriendo detrás de ese objeto extraño de más extraña forma, con una enjundia verdaderamente encomiable, mientras tú, siempre al costado, soportabas todo estoicamente tejiendo interminables bufandas.
A ti, que luego te casaste (o no) y entendiste que la pasión de tu héroe no se circunscribía a los fines de semana, sino que para esas batallas se entrenaba dos o tres veces por semana y luego traía sus amigos a casa, gente de aspecto distinguido, que vaciaban la heladera y se tomaban hasta el pulso, hablando irremediablemente de lo mismo.
A ti, que un día escuchaste la tan ansiada frase “no juego más” y te sentiste embriagada por un dulce e intenso sonar de campanas de felicidad en tu hermosa cabecita de pobre ilusa. Tontuela, pensaste que todo cambiaría. Pero al llegar el fin de semana viste atónita que partía nuevamente. Ahora era árbitro o entrenador de alguna olvidada división.
A ti, que con lo relatado no termina tu “Via Crucis”, porque tu héroe y la vida se encargaron de darte hijos y hoy te vemos con un pichón de guerrero, versión mejorada, porque es más tirano que el anterior y ni siquiera te permite la esperanza del divorcio, con tus hermosos ojos llenos de sueño, a horarios insólitos e inhumanos, siempre al costado de la cancha, perdiendo la poca dignidad que te restaba, desgañitándote como una posesa y con la boca y el corazón llenos del nombre del pequeño valiente, que corre alegremente por la cancha siempre detrás de ese objeto ovoide que ha signado tu vida.

Por: Pablo Pereyra
Publicado por Desde Abajo Rugby | octubre 17, 2010

domingo, 16 de octubre de 2011

El árbitro siempre tiene razón.


El rugby, como deporte, tiene características que lo diferencian con los otros deportes. No me refiero a las características reglamentarias o técnicas como pasar la pelota para atrás o la ley del off-side o las formas lícitas de contacto que ampara sino a todo lo demás, todo lo que pasa por fuera y alrededor de la cancha. Es muy bien conocido por todos aquel viejo adagio que dice que el rugby es "una forma de vida". Dicho de otro modo, el rugby tiene su propia moral, su modo de comprender la vida, vida que comprendida desde la experiencia de ser jugador de rugby, en actividad o no, está permanentemente influida por esa moral, ese conjunto de normas y valores. Esto es una realidad tan clara que los rugbiers estamos plenamente convencidos de ella, comprometidos con ella en todos los minutos de nuestras vidas. Dudo que exista otro deporte que comparta estas características, donde lo más importante no termina siendo el juego en sí mismo sino la experiencia vital de estar íntimamente relacionado a él, de vivir bajo sus normas, jugando o no jugando, en actividad o no. Este caracter hace que en el diccionario del rugby no exista la palabra "exjugador", no hay exjugadores; hay jugadores en actividad y jugadores no activos, nada más.
Una de las diferencias más notables que presenta el rugby es el respeto por la autoridad, representada por los árbitros. En el rugby, el árbitro es comprendido como una persona que también juega, como un jugador más, no como un enemigo, en el mejor de los casos, o como la simple síntesis de un reglamento que está corporizado y con un silbato en la mano, rigiendo con estricta rectitud el devenir del juego, en el peor de los casos. Al igual que no se le habla al adversario, tampoco se habla con el árbitro porque es totalmente fútil e innecesario. Se entiende que hace su mejor esfuerzo por llevar adelante de un modo ecuánime el desarrollo de un partido. Todo esto, en el rugby, es así... o era.
En los últimos años este respeto por la figura del árbitro se ha venido desgastando, haciendo que en algunas tristes oportunidades nuestro juego se parezca más a otros menos caballerescos de balón esférico y camisetas brillantes. Algunos piensan que esto es debido a la crisis de valores que se vive en la actualidad (no entiendo bien qué significa esto) o simplemente a que los maleducados abundan y suelen aparecer por todas partes. Personalmente, creo que la causa de esto es más bien simple: si no sabemos transmitir los valores de este juego, con el correr del tiempo no habrá valores. Y lo que estamos viendo es la evolución natural de la "destradicionalización" del rugby, que nada tiene que ver con cuestiones de "conservadores" y "progresistas" que abundan en la política sino con la falta de compromiso de entrenadores y líderes de los clubes por comportarse decentemente y exigirle a sus jugadores que hagan lo mismo.
Hace un par de semanas presencié un partido de cadetes (M-18). A los 3' del primer tiempo y con el partido 0-0, el entrenador de uno de los equipos, de aproximadamente 35-40 años de edad, comenzó a gritarle al árbitro frases como "¿qué pitas (cobras)?" o a hacer comentarios del tipo de "pero a este de dónde lo sacaron...", naturalmente a los gritos. Es digno de mencionar que las observaciones que le hacía a sus jugadores eran del mismo nivel, en las que abundaban las palabras "cojones", "culo", "subnormal" y demás lindezas literarias. El espectáculo no terminaba ahí. Otro entrenador o padre de un jugador que andaba por ahí ante un fallo que le pareció injusto se despachó con una retaila de insultos y el inevitable "¿qué pitas? La diferencia fue que en esa oportunidad, el entrenador del otro equipo le explicó lo que había pasado y lo que decía el reglamento. Por supuesto que el personajón insultador quiso sostener su error con fundamentaciones varias. El partido terminó con una diferencia de 40 puntos en contra de los insultadores. Seguramente, volvieron a su casa diciendo que habían perdido por el árbitro.
Esta anécdota es una más de miles que vemos cada fin de semana en los campos a todo nivel y en todas las edades y que creo que representa cierto nivel de decadencia del rugby. No es posible hacer un juego leal, disciplinado, de calidad (porque una cosa sí implica la otra) si no aprendemos a respetar a propios y a ajenos, incluyendo en este grupo a los árbitros. Lo voy a poner más claro: si queremos jugadores de calidad, necesitamos primero formar personas de calidad. El rugby comienza con "R" de "Respeto". No creo que sea casual.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Los Apóstoles de la Dignidad

Esto publicó Fermín de la Calle en su blog de As:


"Un tipo orondo y con un corbata me dijo una vez en un despacho: “La dignidad está sobrevalorada. Es poco pragmática y no da de comer”. Perdí de vista a aquel tipo, pero calculo que andará arrumbado en algún despacho sin decisión ni mando. Yo, que nunca fui demasiado práctico, no le hice mucho caso, pues en casa la dignidad siempre cotizó bien para mis padres. Recordé ayer aquello viendo a los Pumas ante Nueva Zelanda. Creo que nunca he visto perder a los Pumas. Lo digo en serio. Este verano he pasado 45 días viajando por un país tan maravilloso y contradictorio como Argentina. Muchos en una ciudad tan arrebatadora e inhóspita como Buenos Aires, donde el porteño siempre te busca la vuelta. Y los menos en provincias de gentes hospitalarias. 45 días de fútbol en los que fui testigo de una tragedia nacional como el descender de River en Monumental y en los que he visto como la albiceleste era empujada al abismo por los egos de jugadores, periodistas, técnicos, dirigentes….

Ayer, viendo a los Pumas morir de pie, recordaba esa bipolaridad tan Argentina, lo que convierte en hazaña lo de su selección de rugby. 25 hombres que son uno solo. 25 hombres que se entregan hasta la extenuación con el único premio de saber que han dejado en el campo hasta la última gota de sudor, que no han escatimado ni un gramo de energía por su compañero. Generaciones de jugadores que miran al balón y no al tanteador. Y siempre sin excusas. Ni los amigos que se fueron como Nani o Ficha ni los que no pudieron venir como Juani ni los que se fueron antes como Corcho. Un ejército de privilegiados que cuando se ponen la camiseta puma placan en nombre de sus hijos, percuten en el de sus padres y ensayan en el de toda esa gente con la que conviven día tras día en ese país excesivo y al tiempo maravilloso. Los Pumas son una suerte de apóstoles de la dignidad, virtud que tiene más que ver con la autoestima, el honor y la ética que con los focos de televisión, la ropa de marca y las galaxias estelares. Uno piensa que si el mundo tomase ejemplo de ellos todo sería mejor. Corren tiempos difíciles para un rugby que coquetea con ese exhibicionismo futbolero que lleva a Ashton a zambullirse para posar ensayos o una marca de ropa deportiva a teñir a la blanca y victoriana Inglaterra de negro. Por eso ese rugby tan sentimental que les fluye de la entrepierna y el corazón, ese rugby que glorifica el carácter amateur debe ser el estandarte al que aferrarnos para salvar el viejo rugby que muchos amamos y admiramos.

Por todo eso siempre invito a los amigos a ver a los Pumas con el mismo argumento: “Son el mejor EQUIPO del mundo. El único que nunca sale derrotado del campo”. Ellos siempre me responden igual: “¿Pero cuántos Mundiales han ganado?”. Y entonces les imagino con 50 años orondos en un despacho diciendo: “La dignidad está sobrevalorada. Es poco pragmática y no da de comer”. Aguanten Pumas".


No tengo nada que agregar...

martes, 11 de octubre de 2011

Anatomía de un equipo de rugby, por Graham Henry

Les presentamos un extracto de un capítulo del libro "El factor X-Graham Henry". En él, el entrenador de los All Blacks describe cuáles son las funciones y cualidades básicas a tener en cuenta para cada puesto del equipo:

- Fullback (15): primero y principal, tiene que ser capaz de atrapar el balón y tacklear. Si es capaz de hacer esto, se debe evaluar si el jugador puede desarrollar el juego de ataque. El fullback es el jugador mejor posicionado del equipo para atacar, el atacante más importante. Es un jugador que permanentemente debe estar en movimiento porque está en condiciones de entrar en la línea en casi todas las oportunidades en que su equipo tiene posesión de la pelota. Es de vital importancia tener un fullback que maneje los tiempos del juego y sea poderoso en los contraataques.

- Wingers (11 y 14): son rematadores. En rigor, deben tener las mismas características que los fullbacks pero por sobre todas las cosas, su función principal es marcar tries (ensayos) en cuanto les den un centímetro de espacio. Los wingers deben ser capaces de jugar en ambos lados del campo, lo que significa que deberían ser capaces también de patear con ambas piernas.

- Segundo Centro (13): es la posición más difícil de cumplir de toda la línea. Debido a esto, hace falta madurez y experiencia. Los mejores segundos-centros son grandes corredores, duros tackleadores y tomadores de decisiones (decision-makers). Es una posición donde jugadores débiles psicológicamente pueden ser desbordados por adversarios ásperos.

- Primer Centro (12): se requieren jugadores hábiles en la distribución del juego, capaces de pasar la pelota eficazmente bajo presión (lo que implica transportar la pelota con las dos manos), un buen pie y la habilidad para explotar brechas en la defensa adversaria.

- Apertura (10): en el rugby moderno, para esta posición se necesita un jugador que sea capaz de jugar bajo gran presión (GH no agrega nada más específico de la posición pero podemos agregar: habilidad para tomar decisiones, organizador del juego y del equipo posicionalmente, habilidad para patear y para hacer pases precisos con ambos perfiles; capacidad para jugar plano o profundo; solvencia en el tackle para bloquear su canal de juego al adversario).

- Medio-scrum (9): pase. Eso es lo más importante a la hora de evaluar a un medio-scrum. La distancia y la velocidad a la que un medio-scrum dé sus pases puede darle un metro extra a los centros.

- Octavo: necesita la habilidad de un medio-scrum para pasar la pelota; no debe ser muy alto para mantener un centro de gravedad bajo y con esto poder llevar el balón y su cuerpo detrás de la línea de ventaja. El octavo debe tener la contextura ideal, ni demasiado alto ni demasiado bajo

- Alas-Flankers (6 y 7): vienen en dos versiones, el flanker abierto que juega al fondo de line-out (la touche) y es esencialmente un destructor del juego adversario, y el ala cerrado, que es un jugador de apoyo, un excelente saltador y sólido defensor. El ala cerrado necesita manos confiables, seguras y la habilidad de la anticipación.

- Segunda línea (4 y 5): se requieren jugadores móviles para adaptarse al juego dinámico a la vez que altos para asegurar la obtención en el line-out. En la primera posición del line-out se suele utilizar al más pesado de los dos debido a que sólo se le lanzarán dos o tres pelotas en todo el partido (nota: a nivel internacional), capaz también de ganar rucks y mauls casi por sí mismo. El segunda línea más ligero y hábil debe ser utilizado en la segunda posición de salto, en el medio del line, posición que recibirá entre 12 y 15 pelotas por partido. Ambos deben ser móviles, atléticos y deben poseer la destreza básica de recibir y entregar un pase.

- Pilares (1 y 3): se ha dejado de lado el modelo de pilar gigante, pesado, capaz de mover por sí mismo a todo el pack oponente, siendo buscados jugadores móviles con destrezas de pase adecuadas para un juego dinámico.

- Hooker (2): el hooker debe ser el mejor jugador de lines del equipo. Si no puede efectuar lanzamientos precisos para asegurar la posesión de su equipo, no tiene nada. Sin esta destreza, todo lo demás es una pérdida de tiempo.

-Entrenador: no importa cuan talentosos sean sus jugadores, ellos necesitarán un entrenador, y lo que un entrenador debe ser por sobre todas las cosas es un organizador. Primero debe organizar todo lo que está alrededor de él (club, delegado, etc...) y después organizar a sus jugadores. Los jugadores necesitan dirección. Los entrenamientos deben ser de alta intensidad y deben ser dinámicos porque el modo en que se entrena es el modo en que se juega. Cada minuto del entrenamiento debe estar planificado. Todos los que están implicados en el entrenamiento deben respetar a los jugadores. Si no hay respeto, no existe nada más. Todas las responsabilidades confluyen en el entrenador. No es bueno culpar al médico o al fisioterapeuta. Si hay un problema en el campo, es problema del entrenador. El entrenador necesita gente alrededor trabajando en el mismo sentido, totalmente leales a él.

Obviamente, las funciones y características de cada puesto no están agotados con lo escrito por GH. De hecho, en algunas posiciones clave ha sido excesivamente parco, pero valga la referencia de quien es tenido como el mejor entrenador del mundo desde hace más de 10 años.

viernes, 30 de septiembre de 2011

El scrum (la melè) reloaded.


Para comenzar este artículo tendré que dar la cara. No vale la apología del anonimato esgrimida con la publicación del logo de Prorugby.es en donde debería haber una foto mía. Pero bueno, basta decir que reconozco ser argentino y pilar (pilier) para que sepan de donde viene el tema, qué tipo de compromisos y constumbres rugbísticas practico y predico (no, no pondré una foto mía ;-) ).
Durante varios años, más que los deseables para los de mi oficio (de primera línea) escuché que el scrum (la melè en Iberia) era una formación retrógrada del rugby, que con el tiempo desaparecería, que era una fosilización del juego. Particularmente, este tipo de comentarios fueron más comunes en el medio donde yo jugaba por allá por fines de los 90s. El rugby profesional había irrumpido, con él el Super 12 y con ellos una nueva forma de interpretar el juego. En realidad, la forma de juego no era nueva pero sí buscaba ser popular, masiva. Esta nueva forma de juego es lo que en otro artículo ya comentamos: el rugby total, filosofía que busca priorizar la dinámica, el juego audaz, de 15 contra 15 enfrentándose con alta intensidad y velocidad de movimientos, pelota en mano y a la vista de todos, donde, para no irnos más por las ramas, se busca perfeccionar los principios básicos del juego: continuidad, apoyo y presión.
Deciamos que el Super 12 explotó en 1996 mostrando al mundo ese tipo de juego, con partidos que no era raro ver que terminaran con 60 o más puntos marcados entre ambos equipos, donde lo más importante era atacar, atacar y atacar, y ganaría el que más puntos hiciese (no el que menos recibiese). Para muchos, era la muerte del scrum. Los más optimistas decían que el scrum sólo servía como una plataforma de lanzamiento del juego, que realmente no importaba tanto desarrollar la formación más allá de lograr hacer que el rival no empujara al equipo propio. La idea era que el rugby del futuro, que de hecho es el que hoy, 15 años después, estamos viendo, sería más parecido al rugby league que al union. Se equivocaron.
La evolución del juego se dio hacia otra parte. Evolucionaron rápidamente los sistemas defensivos y la idea que se le dio a los jugadores acerca del valor de la defensa. Con esto, se emparejaron los partidos entre rivales de niveles distintos y se volvió a una situación parecida, pero no igual!, a la previa: la batalla física del scrum recobró importancia. Una porción no despreciable de lo que está en juego durante un partido se resuelve en el 8 contra 8 con pelota detenida. En el Mundial que se está jugando en este momento en NZ podemos ver que ocurren dos fenómenos: los equipos más poderosos tienen más dificultades con los más débiles cuando estos últimos ganan la batalla del scrum; equipos de nivel variado han apostado a contratar entrenadores extranjeros especializados en scrum.
El gran ejemplo de lo primero es el partido que Irlanda le gana a Australia, reciente campeón del Tri Nations. El pack irlandés "rompió" al australiano desde la primera línea. Un ejemplo sobre la importancia que se le está dando al scrum a nivel internacional es que un equipo en ascenso como Canadá y un grande de siempre como Gales han salido al mercado de entrenadores a contratar especialistas en la formación. Ya no va más aquello de que "el scrum será sólo una plataforma de reinicio y lanzamiento del juego".
En menos de 20 años la evolución del juego ha sido justa con todas sus facetas: no quedó por el camino ninguna formación, el rugby no perdió su fisonomía y, como si esto fuera poco por estos tiempos, se logró hacer que hasta la "vetusta" maquinaria del scrum evolucione para convertirse en una herramienta primordial para cualquier equipo. Los primeras líneas, de parabienes.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Iñaki Gabilondo y el rugby (de "El País", 26-9-2011)

El País del día de hoy nos ha dejado una linda sorpresa. Sin entretenerlos más, la compartimos con ustedes:

"Iñaki Gabilondo es una caja de sorpresas. Vas a verlo pensando que te va a expresar su satisfacción porque el equipo de fútbol de su infancia y de su pueblo, la Real Sociedad, puso rodilla en tierra al Barcelona y te lo encuentras disfrutando aún del espectáculo de rugby que vio el último domingo, a media mañana, en un pub irlandés de la calle de Alcalá, en Madrid.

Pero no solo eso. El periodista, que esta semana última recibió de manos del Príncipe, en el Senado, el premio Luis Carandell por su larga carrera en la radio y la comunicación, se había levantado de madrugada para ver en su casa otro partido de rugby.

¿Qué tiene el rugby para Iñaki Gabilondo? Ah, creo que solo de la radio y de su oficio, y de los valores que defiende, habla con más entusiasmo que el que pregona ponderando las virtudes del rugby. Dice, por ejemplo, que es "el deporte más bonito, más noble, más limpio, más caballeroso y más estupendo que existe". Y uno que creía que era un juego en el que tipos potentes agarran a otros hasta que los reducen: "Esa idea es una tontería. El rugby no es un deporte de bárbaros. Es el deporte más caballeroso. La gente del rugby responde a las faltas de deportividad con esta imprecación: ¡Pareces un futbolista!".

Cogió la afición en Francia. Y cada vez que puede lo ve. Y ve el ciclismo. Él dice que en este último deporte no es tan experto como Joan Manuel Serrat: "Pero le resisto una conversación". Cuando era pequeño, Gabilondo iba a ver la Vuelta a Francia cuando los ciclistas pasaban por el Tourmalet...

Y es que los guipuzcoanos son muy aficionados a todos los deportes: el ciclismo, la pelota, el remo, el baloncesto, el balonmano, el fútbol, claro... "No tienes más que ver el suplemento deportivo de El Diario Vasco de los lunes. Es más grande que el periódico", advierte.

Le reiteré que siempre pensé que el rugby era un deporte de gente muy fuerte que se pegaba: "Eso solo demuestra que no conoces el rugby porque, con mucho, es el juego más deportivo que hay. En el rugby existe lo que se llama el tercer tiempo. Cuando acaba un partido, lo mismo da que sea de juveniles que de la Copa del Mundo, los rivales se reúnen. La deportividad es la regla de oro. Al árbitro no se le discute en la vida. Precisamente porque es tan fuerte, la falta de juego limpio o la mala intención están descartadas".

Además, con esa potencia, el daño físico que podrían causarse esos deportistas sería enorme. ¿Y también son tan deportivos en la grada? "No te lo puedes imaginar. Lola [Carretero, periodista, su esposa] no puede ir a un campo de fútbol porque el comportamiento en la grada es verdaderamente brutal y salvaje. Siempre se están insultando los espectadores. En el rugby eso jamás ocurre ni ocurrirá. Están juntos los unos y los otros y no se discute", resalta.

"Lo que pasa", me dice, "es que el rugby produce esa sensación de dureza, de enfrentamiento, la primera vez que lo ves y en los primeros minutos, pero es, y tiene a gala serlo, un deporte de una extraordinaria caballerosidad y una enorme deportividad". De modo que en él, en el rugby, no se producirán las tanganas que tanto se ven, por ejemplo, en los campos de fútbol. "Jamás. En el rugby no se dan las tanganas tan frecuentes en el fútbol. Es imposible. Ese tipo de tonterías de 'me has pegado' o 'mire, árbitro, lo que me ha hecho este'... Todo eso es inimaginable en el rugby. Si eso ocurriera, la gente se miraría atónita y exclamaría: '¿Qué pasa? ¡Si parecen futbolistas!".

No, no ha practicado el rugby, pero, cómo no, sí ha sido futbolista. El 10, en juveniles, en Donosti. "Llegamos a ser subcampeones de Gipuzkoa y yo jugaba bastante bien".

Como Messi. No, Messi es de otro tipo, dice Gabilondo: "Mi ídolo era Luisito Suárez. Me gustaban, me gustan, el Barcelona y el Real Madrid, aunque en San Sebastián nos criamos en la cultura del antimadridismo. No le teníamos ninguna simpatía al Real Madrid y, por tanto, había mucha simpatía por el Barcelona y por el Atlético".

Aquella antipatía tenía un antídoto, Alfredo di Stéfano. Se llenaba Anoeta para verlo: "Teníamos por él una admiración que nunca habíamos sentido por nadie. Hasta el actual Barça, no he tenido nunca una admiración tan grande como la que sentí por Di Stéfano. Con mucho, es el mejor futbolista que he visto, y que veré, en un campo de fútbol".

Aquel Madrid era el equipo al que Iñaki y sus compañeros de grada querían ganar: "Les insultábamos, les decíamos de todo, les llenábamos el campo de barro para que les costara ganarnos..., pero les teníamos una gran admiración". "Es curioso", recuerda acercándose a la noche de los tiempos, "quizá Di Stéfano fue el jugador más odiado, y más admirado, en San Sebastián. Había incluso un periódico que solo lo nombraba como el 9 del Real Madrid porque una vez, en medio de un incidente, le había pegado a alguien con una toalla. Y, sin embargo, ahora tiene el Tambor de Oro de Donosti". Un futbolista de oro, claro, que sigue en la retina de este degustador del rugby."

Creemos que una parte importante de la difusión del rugby pasa por encontrar opiniones de los más diversos orígenes (jugadores, exjugadores, periodistas, artistas, etc.) para darle más fuerza a nuestro juego frente a la opinión pública.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Si me permiten, hablaré del rugby español

Hace unos días estaba viendo un partido del Mundial. La transmisión era comentada por un periodista especializado en rugby del ámbito español. Los comentarios que hacía estaban bien, eran prudentes, adecuados e interesantes. Pero hubo uno que me llamó la atención, referente al estado actual del rugby español. El periodista en cuestión planteaba que uno de los problemas más graves que tiene el rugby local es el bajo presupuesto, que no alcanzaba para hacer un proyecto serio de desarrollo del juego y que la ausencia de España de los Mundiales era una consecuencia directa de la "baja" solvencia económica de la Federación Española de Rugby (FER). Dicho en números, comentó que la FER administra un presupuesto anual de alrededor de €2.000.000, uno cedido por el CSD y otro fruto de recaudación propia (fichas de jugadores, partidos internacionales, publicidad, televisión, etc.).
Este comentario, por repetido y erróneo, me llamó poderosamente la atención porque considero que, y esto es sólo una opinión, €2M no es "poco" dinero, quizá no "suficiente", pero de ningún modo "poco". Lamentablemente, no tengo forma de fundamentar esto con datos contrapuestos en forma directa, o sea, comparando los presupuestos de cada Federación o Unión pero veamos otros datos tomados con de la página de la IRB (18-9-2011):

España:
Puesto en el ranking: 24.
Clubes: 210.
Jugadores (sólo varones)*: 18.826.

Namibia:
Puesto: 20.
Clubes: 28.
Jugadores: 5.750.

Rumania:
Puesto: 17.
Clubes: 83.
Jugadores: 9.030.

Georgia:
Puesto: 16.
Clubes: 46.
Jugadores: 4.150.

Tonga:
Puesto: 12.
Clubes: 82.
Jugadores: 6.891.

Samoa:
Puesto: 10.
Clubes:140.
Jugadores: 18.761

Casi sin temor a equivocarme, puedo asegurar que todos o casi todos estos equipos tienen un presupuesto más bajo que el español. Y todos, según lo publicado por la IRB tienen igual o menor cantidad de jugadores aunque la diferencia con Samoa no sea significativa. En función de esto, saco dos conclusiones:
1.- que el problema del rugby español no es económico,
2.- que el citado periodista, que no es tonto, dice lo que dice para buscar más apoyo financiero para el deporte que ama, algo con lo que siempre estaremos de acuerdo.

Entonces, ¿cuál es el problema?, ¿por qué España no ocupa un puesto de mayor jerarquía en rugby, siendo campeona mundial o puntera de absolutamente todos los deportes en los últimos 20 años -fútbol, tenis, baloncesto, balonmano, náutica...-? La respuesta es complejísima y no estoy yo en posición de dar una buena, precisa y completa. Pero le robaré las palabras a una personalidad del rugby español, Pablo Tomás García: "en España hay mucho aficionado, poco amateur y ningún profesional. Deberiamos ser más amateurs que aficionados. Con eso alcanza."

*Tomamos sólo las cantidad de jugadores varones porque el planteo del periodista buscaba explicar por qué España no estaba en el Mundial.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Definiendo el Rugby Total

El rugby, como todo en esta vida, tiene sus tópicos y clichès. Uno de ellos es llamarle a nadie sabe muy bien qué "Rugby Total".
Muchas veces hemos oído la desaforada ira de un entrenador gritándole a sus jugadores, en tono de rugido: "...vamos a jugar un rugby total...". En ese momento, un segunda línea mira el horizonte y suspira, ya ni siquiera preguntándose qué significado podría tener eso. Más allá de correr y dejar todo en el campo, qué es el rugby total, qué es lo que su entrenador pretende de él.
En este juego hubo y hay (y esperemos que siga habiendo en el futuro) mucha gente grande. Uno de ellos fue Mr. Jim Greenwood, jugador de Escocia en los 50's y reconocido pedagogo (de los de antes) del rugby. Entre sus libros, el más conocidos se llama precisamente "Rugby Total".

"Rugby total y rugby de bajo riesgo:

El rugby por el que estoy interesado como entrenador (coach) es el rugby en su forma más excitante: el juego de manos de quince hombres en el que cada jugador tiene las destrezas necesarias para actuar como atacante, defensor o apoyo y en el que el estilo de juego le da la oportunidad para hacer todo eso. Esta forma efervescente y abierta del juego es la más satisfactoria para jugadores, potenciales jugadores, espectadores, árbitros y entrenadores. Es donde el juego ha encontrado su versión más memorable en el pasado y donde descansa su futuro.
Necesitamos un nuevo nombre para este tipo de juego porque los entrenadores que cultivan el juego de bajo riesgo lo han denominado despectivamente "rugby de quince jugadores" agregando a su planteo únicamente hacer circular la pelota a lo ancho del campo. Personalmente, creo en el rugby de quince jugadores pero la aquello que más valoro es un jugador con capacidad de juicio y lo que más deploro es un equipo que adhiera y practique un único aspecto del juego. "Rugby Total" es un nombre adecuado para describir un rugby que incluye todas las formas simples del juego y las usa tácticamente aplicándolas en las condiciones más convenientes y que persigue desarrollar el juego de quince hombres con la pelota en la mano.
Aquello que caracteriza a este modo de juego es asumir los riesgos de modo juicioso. Gran parte del placer inmediato que da el juego, para jugadores y espectadores, proviene de la toma de decisiones y riesgos en forma exitosa, del sabor de la aventura, quizá porque requiere una mayor expresión vital por parte del jugador, o porque ofrece una demostración más plena de valores que el juego seguro y convencional. Incluso ganado, la forma más segura y convencional de medir el éxito, lo mejor que puede ofrecer el juego es ganar con audacia, poniéndonos más allá de lo banal, de la rutina, del día a día.
Para desarrollar este tipo de juego en forma consistente uno debe estar comprometido a ganar. Lo que caracteriza y distingue al rugby total es la variedad e intrepidez de sus métodos de ataque, basados en la plena competencia de los jugadores.
Para ayudar a definir esta forma de entender el juego es útil tener presente su contrapunto, el rugby de bajo riesgo, caracterizado por buscar la victoria minimizando los riesgos de ser derrotado. Este tipo de estrategia está basado en dos conceptos tácticos excelentes: disminuir el riesgo y jugar sobre las fortalezas propias. Ambos conceptos están incluidos en el rugby total, fundidos en él; en cambio, en el rugby de bajo riesgo definen y limitan las aspiraciones de un equipo. Como parte de un todo, amalgamados a otros conceptos, dan seguridad y confianza; aislados ofrecen monotonía y tedio.
La debilidad capital del rugby de bajo riesgo es que ofrece pocas oportunidades a los jugadores para desarrollar todo el potencial de su talento. El problema principal de jugar sobre las fortalezas de un equipo es que se tienden a perpetuar las debilidades. La concentración de estos elementos produce, en el mejor de los casos, una formidable aunque abúlica eficiencia casi siempre basada en la potencia de un pack de forwards (delanteros). Cuando las tácticas básicas usadas por estos equipos, que son el uso del pie de modo táctico/posicional y la explotación del lado cerrado del campo, son rechazadas y contenidas por la oposición habitualmente observamos una falta de recursos y vías alternativas para jugar. En el peor de los casos, la posesión del balón se convierte en algo embarazoso, en un compromiso indeseable. Paradójicamente, el poder de los delanteros de este tipo de equipos crea la base perfecta para obtener un rendimiento superlativo del equipo. El factor que limita que esto ocurra es una falta de visión y de saber-hacer.
En estas circunstacias, los principalmente perjudicados son los jugadores. Se convierten en víctimas de rugby de bajo riesgo: siendo rechazada la oportunidad de desarrollar sus habilidades y la oportunidad de utilizarlas, van gradualmente perdiendo la técnica, el juicio táctico y la actitud mental que hacen posible el rugby audaz. Después, estos mismos jugadores pasan a convertirse en excusas del sistema porque, claro está, con jugadores así no se puede hacer un rugby audaz. Esto ocurre a todos los niveles pero mucho más en niveles de elite. Muchos de los mejores equipos del rugby internacional juegan esta forma negativa de rugby, equipos con jugadores realmente talentosos, cuyo talento frecuentemente se va atrofiando. Como resultado de todo esto, no sólo todos aquellos relacionados con el juego sino el juego mismo sufre las consecuencias.
La batalla parece haber sido ganada. Durante la Copa del Mundo de 1995 el rugby total fue el dominante. Es, sin dudas, el estilo del futuro. Este libro ha estado siempre pensado con la idea de mejorar al jugador individual y la calidad y variedad de sus destrezas y habilidades. En principio, se concentra en la escasez de coaching para los tres-cuartos; posteriormente en liberar a los delanteros de ideas preconcebidas acerca de su rol en el juego. Y es justo que se diga que ambos anhelos han sido exitosamente obtenidos."

(Total Rugby by Jim Greenwood, 5th edition)

Amén.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Sobre estadísticas y otras ¿verdades? en el rugby.

Es muy frecuente entrar al bar del club y escuchar comentarios acerca del rendimiento de un equipo en función de algunos números, por ejemplo la “ball possesion” o la cantidad de tiempo pasado en campo contrario, o de las maravillosas estadísticas que tienen algunos entrenadores o jugadores. Es muy frecuente que esos datos, durante una conversación determinada, se estén usando para sostener o explicar el por qué de un resultado de un partido ya concluido o para pronosticar el devenir de un individuo, jugador o entrenador, en el futuro próximo. Lamentablemente, y para susto de algunos distraídos, me atrevo a afirmar en forma rotunda y desenfrenada que los números no explican nada, por lo menos no de forma lineal e unívoca.
Veamos algunos ejemplos del presente y del pasado:
Nick Mallet, entrenador de Italia en la RWC 2011 tiene un 18% de partidos ganados. A pesar de tan “desastrosa” cifra, Mallet es reconocido como uno de los mejores entrenadores del momento. Como contrapartida, Isitolo Maka, entrenador de Tonga, tiene una tasa de triunfos del 50%. ¿A cuál de los dos contrataría usted para su equipo?
La posesión del balón, número habitualmente usado en las transmisiones televisivas es muy frecuente que sea menor en el equipo ganador. Este hecho es difícil de digerir para aquellos que sostienen como axioma básico del rugby que para ganar un partido hay que tener posesión de la pelota, algo que podemos, audazmente, decir que no es condición ni necesaria ni suficiente. La posesión es necesaria sólo (ni más ni menos) para marcar puntos, no para ganar partidos (sí señor, son cosas distintas). Exactamente lo mismo pasa con la tasa de ocupación del campo contrario. Ilustremos con un ejemplo reciente: All Blacks vs Tonga, partido inaugural RWC 2011: posesión del balón a favor de Tonga, 51%; ocupación del campo adversario, 54%. Ganaron los All Blacks 41-10.
Otros ejemplos de números erráticos:
Inglaterra-Argentina, RWC 1995: Argentina hizo 3 tries, Inglaterra ninguno. Ganó Inglaterra 24-18.
NZ-Francia, RWC 2007: los de negro tuvieron más “ball possesion” e hicieron más del doble de rucks que les Bleus. Podríamos decir que supieron mantener la continuidad, principio fundamental del juego: perdieron 20-18.
Acerca de esto se ha escrito mucho. Es particularmente interesante el informe de la IRB sobre la RWC 2007, descargable de www.irb.com.
Pero entonces, ¿cómo hacemos para analizar el juego? No tengo una respuesta definitiva. En mi opinión el secreto está en la evaluación de situaciones puntuales y repetidas donde hay disputa de la pelota, como por ejemplo los “turnovers”, la cantidad de tackles (o mejor aún, la cantidad de fallas del primer tackle siendo este el que se realiza sobre la línea de ventaja) y, por supuesto, la cantidad de veces que un equipo ganó la línea de la ventaja. Estos indicadores, sin ser infalibles, son más nobles para evaluar el por qué de un resultado.

Para ir concluyendo, y dando un dato positivo para no ser tildado de criticón o aguafiestas, les dejo un dato que sí se suele correlacionar con el equipo victorioso: “The Man of the Match”. A ese, siempre lo eligen del ladodel ganador, como si por haber perdido el partido los otros 15 fueran rengos.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

¿Quién es el hombre más presionado y comprometido del Mundial?

Lo conoce todo el mundo del rugby. Es el señor Graham Henry, ex-director de escuela neocelandés convertido en entrenador full time en 1996 con el advenimiento del profesionalismo del rugby. En su haber tiene una experiencia que pocos, sino ningún entrenador, tienen en este momento.
Fue entrenador de Auckland y luego de su evolución, los Blues, habiendo compartido vestuario con enormes jugadores como Sean Fitzpatrick, Grant Fox y Zinzan Brooke. Ganó el NPC (campeonato provincial neocelandés) de 1993 a 1996 y en 1996 y 1997 llevó los Blues a obtener el Super 12.
En 1999, y en contra de los intereses de la NZRFU, se mudó a Gales, donde consiguió victorias espectaculares contra Francia en Paris e Inglaterra en Twinckeham durante la última edición del Torneo de las Cinco Naciones, dejando a esta última sin campeonato y, naturalmente, sin el Grand Slam.
La obsesión de su vida fue entrenar a los All Blacks. Su oportunidad llegó en 2003 luego de que John Mitchell fuera descartado para seguir al frente del seleccionado por diferencias con la conducción de la NZRFU y de haber quedado fuera de la RWC 2003 al caer ante Australia en semifinales.
Del 2003 al 2007, Henry tuvo una curva ascendente de éxitos, aunque con comienzos tormentosos que incluyeron la pérdida del Tri-Nations 2004. Posteriormente ganó las ediciones 2005/2006/2007. Al llegar la RWC 2007 los All Blacks parecían el equipo indiscutido a conseguir el trofeo pero un partido atípico contra Francia en Cuartos de Final y la poca fortuna que vienen teniendo los Blacks en mundiales los dejaron prematuramente devuelta en casa.
Curiosamente, y después del rotundo fracaso en el Mundial, Henry recibió una nueva oportunidad en forma de contrato por cuatro años más, contrato que vence después de la RWC 2011 siendo esta una decisión poco habitual en el deporte profesional, donde habitualmente se le da más importancia a resultados últimos y no a los obtenidos a través del tiempo y del trabajo. En esa oportunidad, el competidor para el cargo era Robbie Deans, quien fuera elegido como entrenador de los Wallabies para el mismo ciclo, 2007-2011. Estos hombres se han visto las caras varias veces, la última de ellas hace unas semanas en la final del Tri-Nations, con victoria para los australianos.
Grahama Henry, desarrollador superlativo del juego en los últimos 15 años, cultor de la "flat line" como forma de ataque, fino estratega, promotor de la astucia y la audacia como modos de compresión del rugby, carga sobre sus hombros la tarea de rehabilitar el orgullo del rugby neocelandés, herido después de 24 años sin levarse la Webb Ellis a casa. No sabemos qué pasará. Lo que sí sabemos es que pase lo que pase, hará mucho ruido.