viernes, 16 de diciembre de 2011

Comentarios para armar un buen entrenamiento: los objetivos.


En esta vida, donde todas son verdades de perogrullo que nadie tiene presentes, vamos a dar unas pautas simples para planificar un entrenamiento de calidad.
Lo primero a definir es cuál es el objetivo del entrenamiento. Para esto, es bueno disecar hasta las porciones más simples (y abstractas!!!) de aquello que nos preocupa, qué problema tenemos con nuestros jugadores/equipo.
Preguntas para el entrenador:
1. ¿Qué tipo de problema es? ¿Físico, técnico o táctico?
2. ¿Qué calidad tiene el problema? ¿Básica, intermedia o compleja?

Ejemplo:
Mis jugadores no pueden hacer tres pases seguidos sin tirar la pelota al suelo.
Problema: técnico.
Calidad: básica.
Objetivo del entrenamiento/s: desarrollar una técnica básica, el pase. En este punto, debemos descomponer la destreza específica en sus factores clave: mirada a la pelota, manos afuera para recibir la pelota, no introducir la pelota al cuerpo, disociar tren superior de inferior, etc., etc... Por cierto, todas las destrezas básicas comienzan unos segundos antes de su realización y finalizan unos segundos después.

De aquí también concluimos que debemos iniciar con una intensidad mínima. Es muy frecuente ver que se entrenan planteos tácticos en equipos que no tienen destrezas básicas afianzadas o que se les pide intensidad a los jugadores cuando estos son incapaces de sostenerla. La técnica no tiene nada que ver con el tamaño de los testículos de los jugadores.

Con estas dos preguntas ya tenemos una buena orientación hacia la definición y puesta en práctica de un entrenamiento en particular en función de un objetivo puntual. Es interesante que cada entrenamiento tenga una lógica interna y una lógica contextual, es decir, que la continuidad de los entrenamientos a través de semanas y meses tengan coherencia. Entrenar un día pase, otro día maul, otro día defensa confunde más que ordena a los jugadores.

El objetivo de un entrenamiento es la conclusión extraída de hacerse las preguntas adecuadas hasta llegar a las causas últimas.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Ser y parecer: la vestimenta.


En estos tiempos, donde hay dos movimentos poderosísimos dando vueltas en la calle sobre el valor de la imagen, nos preguntamos qué valor debemos darle a esta en nuestro deporte. Dejenmé aclararles primero a qué me refiero.
Hay gente enferma por la imagen, pendiente de ella como de un fin en sí mismo, por cómo tienen el pelo, donde hacerse un tatuaje, como caminar, etc. Dicen que la imagen no les importa pero está a la vista de todos que no es así.
Por otra parte, hay quienes desprecian la imagen como algo totalmente superfluo, innecesario, contraprudecente, como enemiga de la lógica y la sabiduría. Basta para reconocer a este grupo buscar esos personajes perfectamente desalineados, donde la asimetría y el dudoso gusto reinan. Ni tanto ni tan calvo, amigos.
¿Qué tiene que ver esto con el rugby? Mucho, al igual que con todo.
Vestir correctamente para jugar al rugby es muy importante. Aporta calidad en el juego, particularmente en los entrenamientos, que es donde la vestimenta queda a criterio de los jugadores. En los partidos, la uniformidad, en general, está garantizada. Aporta también un rasgo de indentidad, que bien explotado, puede resultar sumamente importante para la difusión del deporte.
Vayamos sólo a lo práctico: si un segunda línea entrena con pantalones de futbol o de basket, no estará ayudando a los levantadores del line a hacer su trabajo. Si un pilar usa una camiseta rockanrollera, el agarre con sus compañeros de la primera línea será vulnerable, desajustado; si un fullback usa zapatillas o adipanes (botas con tacos de goma), tiene más riesgo de resbalar al intentar iniciar un contraataque. Si el jugador está vestido de cualquier cosa menos de jugador de rugby, aumenta su tasa de errores. Muchas veces he visto entrenamientos con jugadores semidesnudos porque perdieron su camiseta en el último contacto. Ese jugador ya no tiene que preocuparse del entrenamiento sino de hacerse de otra camiseta rápidamente. Pierde tiempo de entrenamiento.
Hay otros aspectos interesantes. En el club donde entrenamos actualmente, la cancha de rugby está junto a dos canchas de futbol. Es notable y ejemplificador ver a los jugadores perfectamente vestidos, con la indumentaria adecuada, con el abrigo necesario, incluso a veces uniformados en un entrenamiento. Cuando uno mira la cancha de rugby, la sensación que tiene es distinta. Tan distinta que a veces parece un grupo de pordioseros, linyeras o homeless (llamenlés como quieran) o en el mejor de los casos de aficionados a otros deportes. Me ha pasado de tener un jugador al que le pregunté dónde estaban las canchas de tenis porque parecía más jugador de tenis que otra cosa.
Ser y parecer. Es útil. Es práctico. Es importante.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Tiempo de reflexión para el entrenador

Por estos días en que la temporada entra en un impasse por 2-4 semanas, es bueno parar un poco el ritmo de nuestra vida rugbística, darnos vuelta y ver qué pasó en la primera mitad de temporada. Como siempre, para este tipo de casos es clave hacerse buenas preguntas. No por haber ganado todos los partidos debemos asumir que hemos hecho todo bien ni tampoco por haber perdido todos, asumir que hemos hecho todo mal. Los balances deportivos no deben hacerse en función de los puntos obtenidos en la competición sino en función de pequeños objetivos dirigidos y centrados en nuestros jugadores. De esta manera, tendremos pautas más asequibles, fáciles de medir e interpretar, y también más eficientes a la hora de buscar resultados puntuales.
Hubiera sido muy interesante realizar a principio de temporada dos pequeñas actividades: evaluar a los jugadores en cuanto a sus capacidades (físicas, técnicas y tácticas) y plantear objetivos a mediano plazo. Si este trabajito está hecho, podremos pasar a la siguiente fase, la actual, sin mayores contratiempos. Les ofrezco algunas preguntas a modo de guía y ejemplo para ordenar las ideas:

1. ¿Son mis jugadores capaces de jugar un partido a la misma intensidad física los 80 minutos? ¿Debo hacer cambios obligados por cansancio prematuro?
2. ¿Tienen la potencia física adecuada a la competición que enfrentan? No tenerla puede conllevar serios riesgos físicos para los jugadores.
3. ¿Hemos logrado mejorar alguna destreza individual básica durante estos últimos meses: carrera, pase, tackle, patada, etc.?
4. ¿Hemos mejorado alguna destreza grupal: scrum, ruck, maul, line-out, breakdowns, turnovers, etc.?
5. ¿Trabajamos la inteligencia táctica de nuestros jugadores: comunicación, toma de decisiones, organización posicional-recolocación, etc.?

Si alguna de estas preguntas tuviera por respuesta "no", les propongo las tres preguntas clave para resolver problemas: por qué, por qué y por qué.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

La destreza más difícil: el tackle.


Por estos maravillosos días de inicio del invierno, que no es otra cosa que el otoño septentrional, estamos con un grupo de amigos y compañeros del club intentando consensuar un método, forma o técnica de tackle para aplicar en los entrenamientos de nuestros jugadores de todo el club. Este tema del tackle es uno de los que más quebraderos de cabeza dan a los entrenadores, uno de los más preguntados y menos respondidos en cursos, clínicas y conferencias. Daría la impresión que nadie sabe cómo se hace un buen tackle; por lo menos nadie te dice cómo. Ni que hablar de enseñarlo o transmitirlo a los jugadores. Pero bueno, amigos, por lo menos para mí este tema ya tiene una respuesta, que si bien puede ser que no sea la definitiva, sí es una buena y una piedra de toque para comenzar a desarrollar.
Les ofrezco dos versiones de lo mismo, del tackle según los neocelandeses. ¿Por qué dos versiones? Porque son dos videos interesantísimos que básicamente dicen lo mismo.
Uno está colgado en youtube:
http://www.youtube.com/watch?v=MQJ39bbq2uU
La otra versión, más completa y con demostraciones de varios ejercicios que se pueden hacer a cualquier nivel hay que pagarla. :-P . La hemos visto y creemos que vale la pena. Si les interesa, pueden encontrarla en www.therugbysite.com. Busquen un video de Graham Henry que se llama "Tracking and tackling". Ahora, a trabajar. Saludos.

domingo, 4 de diciembre de 2011

El empuje coordinado en el Scrum


Reproducimos un artículo extraído de la página del San Isidro Club acerca del Scrum y del empuje coordinado. Quienes hacemos este blog creemos que el scrum es la mejor herramienta como punto de partida para formar un equipo de rugby desde lo humano, espiritual y estratégico.

"La Revolución del SIC:

Nuestra rica historia tiene varios hitos. Sin dudas, uno de ellos fue la llegada de Don Catamarca Ocampo. A continuación publicamos un texto de un atlético: Nicanor Gonzalez Del Solar. Vale la pena leerlo.
Hace cuarenta años, en 1969, el San Isidro Club provocó una revolución en el rugby de Buenos Aires. En realidad, sólo aplicó con convicción, fervor y disciplina un viejo concepto de utilización del scrum: el empuje coordinado, donde los ocho delanteros empujan y no utilizan al “hooker” para taconear la pelota hacia atrás, una vez que es ingresada por el medio-scrum.

Decimos “vieja idea” porque el mentor de este sistema, el entrenador Francisco “Catamarca” Ocampo, la aplicaba desde hacía mucho tiempo en otros clubes. Ocampo influyó mucho en el CASI campeón de 1954, en San Fernando, en el Club Gimnasia y Esgrima, en Pucará. También era técnico de los alumnos del Liceo Militar y de la institución de egresados.

Según me contó el hijo de “Catamarca”, Marcos Ocampo, su papá se había inspirado en un equipo legendario: los All Blacks de 1905, casi invictos en una larga gira por la Gran Bretaña. Derrotaron a Inglaterra, Irlanda, Escocia y a diferentes conjuntos regionales. En el último partido enfrentaron a Gales y fueron derrotados, aun cuando esa victoria galesa fue cuestionada porque les anularon un try a los neocelandeses, aun cuando la mayoría afirmó que había sido lícito.

Esos hombres de “Las Antípodas” tenían una forma diferente para el scrum: ponían dos pilares que empujaban; los otros delanteros formaban detrás y apuntalaban a la primera línea. La otra innovación que sorprendió a los europeos era la utilización de dos medio-scrums: uno ponía la pelota y el otro la recogía por atrás. Eso les permitía organizan ataques sin demoras.

Francisco Ocampo, un estudioso del rugby, creó el sistema del empuje coordinado que, cuando rendía, hacía retroceder a los rivales y les quitaba fuerzas. Claro, necesitaba de los hombres adecuados y… no siempre los halló, hasta que llegó a San Isidro Club, en 1969. Desde que se creó la institución de Boulogne, en 1936, había sido campeón en 1939 (con Old Georgians y Gimnasia y Esgrima), en 1941 y en 1948. Después vivió dificultades para mantenerse en Primera e, incluso, compitió en una definición para seguir en la categoría superior. Pero todo cambió a partir de 1969, cuando Ocampo provocó la revolución.

Como nunca antes, el entrenador contó con los hombres perfectos para su estrategia: Orzábal, Rocha y Alejandro Cilley en la primera línea; más otros delanteros que respondían con rigor al “empuje coordinado”. “Coco” Rocha fue el que más comprendió el sacrificio del “pilar centro”: empujar y hacer presión sobre su oponente. Lo mismo hacían los otros siete forwards: en forma coordinada, apabullaban a los contrarios cuando el hooker levantaba su pierna y pretendía taconear la pelota. ¿Qué pasó en esa década del rugby porteño? Todos los “packs” de forwards fueron apabullados y humillados por los vigorosos hombres del SIC, que siempre avanzaban y, en algunos casos, ponían de espaldas a los del otro lado.

Yo viví esa manera del jugar al rugby, aun cuando me alejé a tiempo: sólo los sufrí en 1969 porque después me retiré. En cada scrum se vivía una sensación de impotencia: cuando podía levantar el pie, tenía tan poco movimiento que empujaba la pelota hacia el otro lado de la formación. Pero lo común era estar aprisionado, con la cabeza que tocaba las rodillas. Además, retrocedíamos y no entendíamos qué pasaba. En esos tiempos “revolucionarios” del SIC apelábamos a cualquier artilugio, en el límite del reglamento, para escaparle al empuje. Se vivían momentos desconcertantes porque cundía el temor cuando el referí ordenaba un scrum.

Por supuesto, el San Isidro Club de los años ´70 era mucho más que ocho delanteros. Si bien se imponían en la formación fija, contaban con backs excelentes: Cutler, González Victorica, Matarazzo, Otaola, Mario Walter y el fenomenal Arturo Rodríguez Jurado, Puma de la primera época, capaz de rendir como centro, wing o full-back. Estos tres-cuartos aprovechaban el dominio de sus forwards en los scrums y se cansaban de apoyar tries.

Francisco Ocampo no estuvo mucho tiempo con SIC porque se murió prematuramente. Pero dejó un discípulo, un caballero del rugby: Carlos “Veco” Villegas, quien perfeccionó los conceptos del viejo maestro. Con él (y con Emilio Perasso) San Isidro Club dominó plenamente el rugby de Buenos Aires, en esos “años setenta”: fue campeón en 1970/71/72/73/77/78/79 y 1980. Asimismo, casi todos sus jugadores integraron el Seleccionado de Buenos Aires y el equipo nacional, Los Pumas. Villegas, además, entrenó al Seleccionado Argentino en 1976, cuando se viajó a la Gran Bretaña y se perdió con Gales ( el mejor de Europa en ese año) 20-19.

Después del impactó inicial, muchos clubes de nuestro país copiaron a SIC. Algunos creyeron, lamentablemente, que lo único importante era el scrum. Entonces se esforzaban en esa alternativa del rugby y se olvidaban de los pases, los lines o los reagrupamientos. No tenían en cuenta el verdadero poderío del San Isidro Club; el juego de equipo, la disciplina, la corrección y, principalmente, la calidad técnica de sus jugadores. Estas virtudes son las que, desde los míticos ´70 , han sido las bases para que el rugby de nuestra patria haya crecido tanto.

Los pasos de Ocampo, Villegas y Perasso han sido seguidos por otros hombres del SIC. Actualmente mantienen sus principios, que no desentonan con las otras variantes del deporte de los tackles: la importancia del ruck, la solidez del maul y el juego desplegado, con pases en cualquier lugar de la cancha. Por supuesto, el noble scrum jamás perdió vigencia y goza de buena salud; tanto en el San Isidro Club como en el resto del mundo del rugby.

Nicanor González del Solar".