miércoles, 25 de enero de 2012

"Denme un punto fijo y moveré al mundo"


Hace 2.500 años, Arquímedes, con la inteligencia premonitoria que lo caracterizó, nos dejó esta frase a los entrenadores de rugby. La historia oficial dice que se refería a las palancas y sus capacidades; en cambio, nosotros, que estamos mejor informados que la CIA (algo no tan difícil, por cierto) sabemos de buena fuente que lo que estaba diciendo era un concepto básico para ser usado en la construcción de un equipo de rugby.
En muchas discusiones y conversaciones rugbísticas todos hemos escuchado la pregunta "¿qué tipo de rugby practica tu equipo?" o sus diferentes variaciones que esconden el mismo concepto: "¿a qué querés jugar?", "¿cómo juega tu equipo?", etc. Más de una vez nos hicieron a nosotros esa pregunta y más de una vez nos la formulamos a nosotros mismos. Hay tres tipos de respuesta:
- la automática e ignorante de los deseos, aptitudes y capacidades de los jugadores: juego dinámico, explosivo, veloz, alternando ambos ejes y las tres formas de juego (carrera, pase, patada)... blablabla,
- la pesimista: con estos jugadores no podemos jugar ni a la escondida,
- la del entrenador/albañil: en función de los jugadores que tengo...

Desde el punto de vista técnico, una de las funciones primordiales de un entrenador es formar un equipo. Esto es, alterar el comportamiento de 15 o más voluntades individuales para hacer que funcionen como 15 componentes de una sóla unidad, con su identidad grupal y personalidad grupal propias. Para que las voluntades individuales funcionen juntas y coordinadas es necesario ofrecerles a los jugadores una caracterización que sirva a todos para relacionarse con los demás participantes del grupo. Este concepto, básico en la conformación de un grupo homogéneo, tiene sus connotaciones humanas, técnicas y tácticas. Cuanto más claro esté para cada individuo "quiénes son", "qué hacen" y "cómo juegan", mayor cohesión habrá y, en consecuencia, mayor probabilidad de éxito. Cada punto de esta caracterización es un punto fijo.

Bajando a tierra estas divagaciones y yendo a lo técnico, si empezaramos a repasar equipos de rugby que hemos visto jugar, veremos que los mejores equipos tienen una personalidad bien definida. El gran ejemplo son los All Blacks. Tarea obligada es, entonces, darle una caracterización, una bandera, a nuestros equipos.
Existen muchas caracterizaciones posibles, infinitas. Hemos visto equipos que construyen su juego y su personalidad desde el scrum o desde el line-out. La ventaja de esto es que, al tratarse de formaciones estáticas, son palpables, medibles. Su desventaja es que una vez terminada la primera fase del juego, la ventaja técnica/táctica se diluye. Hay otros equipos que han construido su personalidad en el juego dinámico, desafío más complejo dado que requiere destrezas técnicas complejas y variadas que son más difíciles de obtener y medir. Como decíamos, la cantidad y combinación de características que ofrecen una caracter único a un equipo (o a un Club) son ilimitadas. Por mencionar algunas otras, podemos dar el ejemplo del tackle como bandera o de los sistemas defensivos. Lo más importante es que nuestro equipo, el que nos toca entrenar o en el que jugamos, tenga una caracterización que le otorgue personalidad, que redundará en cohesión y sentido de pertenencia por parte de los jugadores. No tenerlo es jugar por jugar.

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