lunes, 2 de abril de 2012

La ética del viejo rugby


Hace no tantos años, en el rugby no estaba permitido realizar cambios. Se jugaba con 15 jugadores y eran esos 15 los que debían comenzar y terminar, a veces no todos, el partido. No había cambios tácticos, cambios por sangre, cambios por primera línea ni cambios por lesión, algo que hoy consideramos mínimo, normal y civilizado para nuestro juego.
Aunque nos suena un poco salvaje eso de entrar con 15 y terminar o no con los mismos 15 (si se lesionaban dos jugadores del mismo equipo este jugaría con 13, sin reemplazos ni nada), sospecho que aquel rugby precisamente por esto, por la presión que imponían estas condiciones, por la adversidad, era más noble, más humano. Y no menos competitivo que el actual. El ansia de ganar, de imponerse al otro es parte intransferible, de la condición humana.
Algo también interesante de aquellos tiempos es que el respeto y la caballerosidad no estaban ajenos como lo están hoy. Ganar no era todo. Ganar en desigualdad de condiciones era aún menos importante. O incluso una aberración.
Hace algunos días, un amigo me comentó que en un partido de campeonato de divisiones inferiores un entrenador decidió salir con 12 jugadores a la cancha porque el equipo adversario estaba en esa condición. Lo que ocurrió en el partido resulta anecdótico. Lo que no es anecdótico, me decía alguno de los presentes, fue el sentir un bombazo de aire fresco entre tanta competitividad insana, vana e inútil. La ética del viejo rugby se hizo presente. Para algunos fue revivir por un instante otros tiempo, tiempos de gloria, de la buena, de la real.